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Los sueños son clandestinos salvo para el valiente

sábado, 19 de febrero de 2011

Los Soñadores I

Había algunas razones por las que preocuparse. Se había cuidado mucho de buscar una señal cualesquiera que le permitiese verificar que el futuro que tenía al alcance de los ojos fuese verídico. Se había hecho con varias. Siempre intentando no ser descubierto por las férreas autoridades que le acechaban cada vez más y más. Es muy peligroso ser un perseguido político. No importaba qué es lo que había hecho un ciudadano declarado al que ahora llamaban terrorista. Se sabía perseguido.

Las fusiones televisivas, nombres como La6-2 La6-3, o marcas impregnadas con las siglas HD / La devaluación del euro y el dólar, la omnipresencia de las autoridades gubernamentales en los medios de comunicación. La falsedad de Internet, reconvertido en Intranet. El decadente establishment de finales del XX, la derecha, la izquierda, se resistía a morir en pro de las libertades y los derechos inherentes a la ciudadanía. Por eso, una Transición 2.0, pero a escala violenta como si de una revolución a la francesa se tratase. Aunque la revolución era en este caso azul y amarilla. Era en el seno de la UE. El mundo entero podría marcarse un nuevo objetivo a conseguir en su historia. Las revoluciones de años pasados en países de escasa cultura democrática, que los sueños no alcanzaban a definir, no supusieron un fin evolutivo. Era el comienzo de un nuevo mundo.

El siglo XXI había entrado por la puerta de fuego y en territorio occidental. Y para cerrar la primera Gran Crisis globalizada, el fuego había vuelto más fuerte que nunca al Viejo Continente.


En ese ambiente se podía respirar a chamusquina, el empobrecido aire de incendios y destrucción se tomaba la licencia de introducirse en el apartamento.


El aire se transforma en vapor, emanado por dos cuerpos humanos, aún sudados.
La luz es rojiza, pero no está muy bien definido si proviene de la consumación de las velas repartidas por el apartamento o por bombillas de baja potencia. Cubierto por un nórdico blanco, protegiendo su desnudez del frío de la habitación, le preguntó:
-Pero... ¿Es que todavía no... no has salido del armario?

El chico de chaqueta y camisa azules se quedó contemplativo. Estaba rejuvenecido cual Brad Pitt en los últimos momentos de vida de su personaje el señor Button. Sus cabellos rubios, su piel. Aquella escena era completamente artificial. Una mezcla de maquillaje y 3d, como en la película. Le restaba importancia al momento, menos mal, después de haber hecho una pregunta tan estúpida. O de manera tan estúpida. Estaban en alguna capital europea. Se escondían.

Musitó un segundo, giró la cabeza muy suavemente y varias veces de izquierda a derecha. Y finalizó con un confidente:
-No

Y ambos esbozaron una feliz sonrisa. Uno sabiéndose poseedor de su libertad. Sin máscaras. El otro, más cerca de conseguirla. Pero ninguno de los dos ha evitado hasta el momento la crudeza del amor. De estar enamorados. Conforta, pero tiene momentos de dolor. Por ello uno y después otro dejaron de sonreír. Había cambiado todo tanto. Se habían transformado en personas tan diferentes a las que recordaban que eran. Restaba realidad a un momento tan bello. Y que por fin había llegado.


Lo que sigue después no se puede definir. Es complicadamente amorfo para la memoria. Pero vuelven las señales. Señales que en parte ya se han cumplido. Quién sabe si va a ser todo lo que se va a cumplir. Qué sueño es futuro y qué sueño es ficción.


Corre perseguido corre. No son tus poderes por lo que te quieren dar caza. ¡Qué has hecho perseguido!

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