Fíjese, mi buen servidor y confidente. Yo no había escogido este tipo de vida tan insegura. Actúas todo el tiempo sin saber qué es lo que va a pasar, ni como cualquier cosa vaya a reaccionar a tus actos, cualesquiera que sean. Por que fíjese si esta torre se me ha quedado en una casita de infante. Esta es: la chimenea por la que sale humo, la ventanita o a la izquierda o la derecha de la fachada; normalmente la puerta al centro. Que no falte el suelo, el árbol y un sol sonriente en el cielo. O la luna, que depende de quien dibuje. Y eso es lo que tengo.
Una pequeña, raquítica casa. Es simple.
Yo digo, no está mal. Es lo que tengo porque la pienso así, la acabo proyectando así. Es una imagen de lo que soy y me podría conformar pero es que
aaaishh: ¡Pretendía una TORRE! ¡UNA TORRE!
Se autoabastecería energéticamente, una plasticidad rompedora (que para eso está las torres, aquello del símbolo fálico), ¡la envidia de las metrópolis y las oficinas de turismo! Y mire mi estimado servidor. Mire. No sé si es que lo he echado a perder, o me he echado a perder perteneciendo a esta profesión. Pero cada vez que lo pienso. Cada vez que deambulo en mi subconsciente, racionalizo mis sentimientos y exacerbo mi razón, me doy cuenta
de que no es una mala decisión.
Que me quedo con la casita. Soy yo.
:)
A esta hora los amantes deberían estar descansando, durmiendo la siesta.
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