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Los sueños son clandestinos salvo para el valiente

sábado, 12 de marzo de 2011

Hay personas que cuando las ves en el chat no dudas en, inmediatamente, escribirles 'Hola, ¿qué tal?'

Una generación perdida.
Después de muchos inconvenientes, se ha conseguido erigir la complicada torre. Todos sus forjados se balancean a voluntad de sus propietarios. Esto permite ampliar o reorganizar el espacio según las necesidades del cliente. Posibilita una torre como un bloque en vertical o deconstruida plásticamente, pero el mayor interés es cómo utilizar esa descomposición en función del programa. Evidentemente, modificarla no es algo que esté la orden del día, por su elevado coste económico y energético. Es mucho más flexible para el mercado: empresas y millonarios pujan por alquilar las superficies útiles aunque sólo sea durante un mes, quizás 3 semanas, dos. Los dueños, la Organización de Especuladores Filántropos (SPO son sus siglas en inglés), se están haciendo de oro. Hoy, en elsatetiledigital.eu, diario decano de la prensa libre en Intranet, sale a la luz que tiene la intención de exportar la patente (un ensamble entre los raíles de una montaña rusa y la silla Longue de LeCorbusier) al exterior de la UE. Autoridades de Dubai, Nueva York, Shanghai, Atarashii Tokyo, Lagos o Abidjan han mantenido recientes contactos para crear un nuevo icono en sus MEGAstrópolis como un gran potencial económico en sus centros financieros. Una vez más, son los productos europeos los capaces de imponerse en el resto de mercados. Poco importa que sea de las pocas edificaciones que incumplan el Pacto Bioenergétcio y que se construyen actualmente en el planeta. La torre Carral es la expresión más evidente de la magnificiencia y efectividad financiera de nuestra querida Unión Europea. ¡Viva Europa!


Allí me encontraba, en lo más alto de la torre. Rodeado de insustanciosos snobs vestidos con los más caros disfraces, enmascarados. Cuando te vi por primera vez, tenías la ciudad iluminada a tus espaldas. Era el más bello escenario para el más grande de nuestro encuentro. El primero. Me recordaste a James Franco, con tu traje femenino que escondía todo lo que pretendía esperar de un hombre: un buen hombre como tú. Me sonreíste y me preguntaste directamente cómo me llamaba. Yo te respondí con mi nombre completo. Sabíamos entonces que ese era el comienzo, le dimos un sorbo al vozka y sonreímos. ¿No estaba preciosa la ciudad, así iluminada?

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