Asumí siempre el ninguneo esporádico que practicabas contra mi. Nunca te has justificado y jamás lo comprendí, pero así eres tú. La última vez, la fatalidad. Tu odio.
Sin haber hecho nada, me odiaste. Durante horas, aká días; y sabes que los sueños todo lo exageran. Me desperté desolado, pues mi subconsciente rescató horrendos sentimientos que creía olvidados, eliminados de por vida.
Sé que nunca seré tu Adonis. Sabes, desde allá, el mundo onírico, que es imposible que te ame, ni te quiera.
Marchabas hacia el Plano de los Dioses, alienado, con el ocaso de fondo. Te llamaba, perdía la voz y te alejabas más y más. Volví a la noche sin saber el final. Destrozado.
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